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Psicóloga Vecindario TRASTORNOS DISOCIATIVOS: La memoria traumática

 


LA MEMORIA TRAUMÁTICA

La memoria no es un proceso unitario sino una red de sistemas interconectados que contribuye al almacenamiento y la recuperación de la información (Cordon, Pipe, Mayfan, Melinder y Goodman, 2004). El cuidadoso reconocimiento clínico y la capacidad de distinguir y de trabajar con la memoria declarativa o memoria guardada explícitamente en un formato verbal narrativo consciente, y la memoria implícita, no verbal, evocada por los recuerdos traumáticos, es crucial para la labor de la psicoterapia sensoriomotriz.

A)   Memoria explícita

La memoria explícita se describe por lo general como conteniendo tanto las representaciones episódicas como la memoria semántica o fáctica (Siegel, 2003). Cuando rememoramos una experiencia del pasado junto con la sensación subjetiva de que estamos recordando algo, estamos recuperando la memoria explícita. Este tipo de memoria es accesible verbalmente y “posibilita los recuerdos autobiográficos normales que se pueden recuperar ya sea automáticamente o mediante la utilización de procesos estratégicos deliberados” (Brewin, 2001, p. 375).

La recuperación de la memoria explícita suele ser una forma de “modificación mnémica” más que una rememoración exacta de los hechos (Siegel, 2003). En razón de ello, el recuerdo no es necesariamente algo objetivo desde el punto de vista “fáctico”; antes bien, supone un proceso “activo y reconstructivo”, sujeto a distorsiones y revisiones sobre la base del estado emocional de la persona en el momento del recuerdo, y de las asociaciones con las experiencias tanto anteriores como subsiguientes (Van der Kolk, 1996b).

Schachtel explica que la memoria explícita “se puede entender como la capacidad de organizar y de reconstruir las experiencias y las impresiones pasadas en función de las necesidades, los miedos y los intereses del presente (1947, p. 3). Al igual que todas las narrativas, los recuerdos explícitos se elaboran con objeto de “contar la historia”: se elaboran aquellos detalles esenciales para los elementos principales de la historia, en tanto que otros detalles pueden descartarse o convertirse en parte del subtexto (Janet, 1928; Van der Kolk y Van der Hart, 1989).

Los elementos de la memoria traumática que son accesibles verbalmente se pueden revisar, reproducir y poner en relación con el conocimiento autobiográfico individual, de manera que el trauma queda “representado dentro de un contexto personal completo que abarca el pasado, el presente y el futuro” (Brewin, 2001, p. 375).

B)   Memoria implícita

La memoria implícita es la memoria de los aspectos no verbales de la experiencia: el olor del desván de la abuela, la tensión del cuerpo ante el sonido de una sirena, la expansión del pecho al ecordar la visión de una puesta de sol sobre el océano, y así sucesivamente.

Los recuerdos implícitos se definen mejor como estados mnémicos somáticos y afectivos, que no vienen acompañados de una sensación interna de que se está recordando algo del pasado (Siegel, 1999, 2001). Los recuerdos implícitos suelen ser “accesibles situacionalmente”, siendo activados en la vida actual del paciente por los estímulos tanto internos como externos que recuerdan al trauma: los recuerdos implícitos contienen información obtenida a partir del procesamiento perceptual de nivel inferior, más amplio, de la escena traumática (e.g., información visoespacial que ha sido objeto de un procesamiento consciente limitado) y de la respuesta corporal (e.g., autónoma, motriz) de la persona a la misma” (Brewin, 2001, p. 375).

Esta modalidad de memoria incluye la reactivación de los componentes sensoriomotrices de la memoria que emergen en respuesta a los recuerdos traumáticos, y que habitualmente no suelen estar integrados con los componentes explícitos, accesibles verbalmente.

Janet (1909; citado en Van der Kolk y Van der Hart, 1989, pp. 1532-1533) señaló que las emociones vehementes violentas, la activación intensa emocional y fisiológica suscitada por la traumatización dificultan el procesamiento adaptativo de la información y en razón de ello, malogran los esfuerzos por formular la experiencia traumática bajo la forma de una narrativa explícita. Cien años más tarde, la investigación corrobora las observaciones de Janet, identificando alteraciones significativas en el funcionamiento del lóbulo frontal y en el área de Broca (la parte del cerebro responsable del lenguaje) como resultado de los estados de elevada activación asociados a la rememoración de la experiencia traumática (Van der Kolk, 2002).

Cuando los recuerdos no se pueden organizar a través del lenguaje, se organizan en un nivel más primitivo de procesamiento de la información (Piaget, 1962) que comprende tres modalidades de memoria implícita: procedimental, perceptual y emocional (Siegel, 2003). La persona traumatizada “recuerda” a través de estas tres vías:

·         Las tendencias de acción somáticas (memoria procedimental)

·         Las intrusiones sensoriales y las sensaciones físicas (memoria perceptual)

·         Los estallidos emocionales (memoria emocional).

a)    Memoria procedimental.

De particular importancia dentro del enfoque sensoriomotriz de los recuerdos traumáticos es la memoria procedimental (procesual, Instrumental), la cual se “expresa bajo la forma de actos, acciones; conductuales independientes del almacenamiento de las representaciones cognitivas” (Sokolov et al., 2002, p. 338). La naturaleza inconsciente de la memoria procedimental es eficiente, ello nos permite realizar muchas tareas de forma automática, y explica muchas de las tendencias conductuales que nos ayudan a afrontar el trauma, así como las tendencias defensivas que persisten mucho tiempo después de que haya pasado el peligro

b)    Memoria somática o corporal.

La memoria corporal hace referencia a los recuerdos del trauma que afloran a través de la experiencia somática: la tensión muscular, los movimientos, las sensaciones, la activación autónoma, y demás.

En 1907, Janet describió los recuerdos corporales y la contribución de los mismos a los síntomas traumáticos: Las diferentes regiones de nuestro cuerpo participan en todas las experiencias de nuestra vida y en todo lo que sentimos. Por ejemplo, dos individuos, ambos heridos en el hombro, el uno por un elevador, el otro por un ómnibus. Estas heridas se curaron hace ya mucho tiempo, pero es fácil comprender que el recuerdo de la sensación en el hombro, que incluso la idea misma de pensar en el hombro, forma parte del recuerdo del accidente; basta con tocar a cualquiera de estos pacientes en el hombro, para que esta sensación peculiar le recuerde el accidente y determine la aparición de una crisis (p. 99).

Así, las sensaciones táctiles, las sensaciones internas (tales como los temblores), las reacciones kinestésicas (tales como la tensión muscular), las reacciones vestibulares (tales como la sensación de mareo que tiene lugar en respuesta a los estímulos traumáticos), y los componentes somáticos de los subsistemas defensivos (tales como la constricción, opresión, asociada a la paralización), son todas ellas ejemplos de formas de recordar la traumatización a través de los recuerdos corporales implícitos.

Estos recuerdos no verbales son difíciles de comprender para la mayoría de las personas traumatizadas, por no hablar de revisarlos o de cambiarlos. Se manifiestan bajo la forma de intrusiones somatosensoriales y estallidos emocionales desconcertantes. Sin representaciones verbales, estos recuerdos pueden permanecer disociados, teniendo unas consecuencias perjudiciales.

En la labor de la fase 2 con los recuerdos traumáticos, el objetivo fundamental es la integración de todos los componentes disociados de la memoria. El logro de este objetivo conduce a la reducción de los síntomas, como explica Janet: “El recuerdo era patógeno porque estaba disociado. Existía aislado, al margen de la totalidad de las sensaciones y de las ideas que comprendían la personalidad del sujeto; se desarrollaba en aislamiento, sin control y sin contrapeso; los síntomas mórbidos desaparecen cuando el recuerdo vuelve a formar parte de la síntesis que constituye la individualidad” (1925, p. 674).

Los fragmentos sin asimilar que han permanecido separados o faltos de coherencia, deben ser explorados, metabolizados, completados e integrados en la fase 2 del tratamiento. La integración satisfactoria les permite a los pacientes reflexionar sobre el pasado cuando así lo quieran o lo necesiten, y aunque el hecho de hacerlo pueda hacer que se sientan tristes o alterados, ello ya no secuestra, confisca, incauta sus pensamientos, sus emociones y su cuerpo generando una reviviscencia involuntaria. Los recuerdos del trauma se hacen manejables y no perturban el desenvolvimiento cotidiano. El recuerdo de la traumatización se ha convertido en uno más de entre los muchos recuerdos unos buenos, otros malos y otros neutros que configuran la vida de cualquier persona.

Bibliografía

Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2009). El trauma y el cuerpo. Un modelo sensoriomotriz de terapia. Bilbao: Desclée de Brouwer.

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